Un viaje entre el Movistar de 2024 y el que espera en 2025
No le falta razón a quienes opinan que al Team Movistar se le mira con lupas de gran aumento. Ser el teórico único representante español e hispanohablante del World Tour sopla en esa dirección. Tormenta perfecta si añadimos a la poción, además, una estrategia deportiva cuestionable, con demasiadas aristas a valorar, y una política de comunicación que ha provocado la visceralidad polar de las redes, ya de por sí en exaltación. La crítica es antónimo de irrelevancia, conviene remarcarlo, y asumir ese rol, parte del camino. Por suerte, se ha revertido el combate de las opiniones incómodas, al menos de puertas para afuera. Una bendición justa para quienes siguen la evolución de un equipo histórico, al que el ciclismo español debe tanto, pero de un bello potencial adormecido.
Muchas voces transmiten un cambio de chip a mejor en 2024. Somos muchos los que seguimos buscando el chip y el cambio, cuando en realidad es más que posible que quienes lo afirman sean víctimas de un juego de espejismos. Si echamos la vista atrás y comparamos la evolución de este equipo desde una misma atalaya, observaremos el papel residual y el cada vez menor protagonismo de los ciclistas de azul en los escenarios de calado. Es decir, en Tour y Vuelta, los puntos de mira que año tras año sirven como listón a los telefónicos. La escopeta solo ha acertado al blanco en ocho ocasiones a lo largo de la temporada. Si exceptuamos el pandémico 2020, hay que remontarse a 1981 para encontrar una cifra inferior de victorias en una misma temporada. Reynolds llevaba dos años en el candelero, téngase en cuenta. Por lo tanto, pese a la ebullición de Pelayo Sánchez, el saldo no puede ser valorado positivamente. Más si entre esas citas la casi totalidad constituyen éxitos de segunda fila.
Sí, el asturiano cazó en el Giro, en guerra contra hombres de estatura, pero la italiana no deja de ser una prueba 'b' para el conjunto español a la que envían a desahuciados e inexpertos. Vamos, relleno puro y duro. En el Nacional, Aranburu abusó de la numerioridad superior que últimamente no les es ni efectiva. Lazkano barrió el polvo en Jaén, mostrando el tipo de corredor que debería ser. Lo mismo en las piedras. En cambio, estos dos grandes talentos, que vienen a ser el pichichi del equipo y puede que el más talentoso de todos los ciclistas que habitan en la plantilla, se bajan del proyecto. Queda por asegurar la permanencia, esa obsesión enfermiza que tanto está dañando, y los faros que se incorporan para dar luz al Movistar de cara a apuntalar una obra inconclusa y de probable consecución son cinco corredores que ayudan a construir un teórico buen nivel medio, pero nada más. No parece que vayan a cubrir las carencias que estos dos ciclistas han generado con su ausencia de la plantilla de 2025. Tampoco las que había anteriormente, que siguen bailando sobre un maillot azul antes color cielo y poco a poco de color más nublado.
Los hay que adhieren los éxitos y crecimiento de Iván Romeo a una presunta evolución marciana del equipo, sin reparar que los dos grandes hitos del vallisoletano han tenido lugar con la casaca de la selección española, tanto en el Tour de l'Avenir como en el Mundial sub-23, donde se colgó la medalla de oro del cuello. Lo demás del Movistar viaja entre el puedo y no quiero de Enric Mas, las promesas incumplidas de Einer Rubio, la indefinición eterna de García Cortina, las lesiones o la infrautilización constante de ciclistas con mucho que decir y, sin embargo, condenados a susurrar como Serrano, Samitier, Mühlberger, Cavagna o el recuerdo de lo que fue y nunca será el renovado Nairo Quintana. Cuando se celebra y se saca pecho por un segundo puesto de Fernando Gaviria en el Tour de Francia, malo. Síntoma de que las expectativas han caído de las nubes al subsuelo.
Sí, es el drama. De ser una de las referencias del ciclismo internacional a cargo de históricos como Valverde, Landa, Quintana o Carapaz a aplaudir escapadas estériles de Enric Mas en la última semana del Tour una vez que sus piernas dejaron de estar encadenadas a la mentalidad ultraconservadora que acostumbran por estar fuera de combate en la general. Cuatro ataques mirando para atrás del mallorquín no compensan. Que el más fuerte en la montaña no saliese con dos o tres victorias de la Vuelta significa que algo no se planteó bien. Lejos de enmendar el tiro, orejeras e insistencia en las mismas ideas, llevadas a cabo por las mismas personas. Difícil esperar nada diferente. Porque quieres se incorporan acaban por huir antes de empezar. Véase el caso de Benjamín Noval. Con estos antecedentes, nada nuevo bajo el sol, hasta que las vacunas de la experiencia acaben por surtir efecto y se acabe por ignorar lo que haga esta escuadra. Y, claro, ¿qué corredores podrían incorporar para mejorar lo presente y subir un punto el rendimiento? Por el momento, entre los que aceptan fichar, todos del mundo continental, si descontamos al exótico Natnael Tesfatsion, lejos del primer nivel.
"No hay dinero", la excusa más manida e incierta. Creatividad sí que no hay. Autocrítica, insuficiente. Lo que no existe es la voluntad de firmar por los telefónicos. Carlos Rodríguez lo hizo, pero acabó por hacerles el silencio. Los corredores de primer nivel acaban por huir a destinos seguros, por explorar otras vías más ciertas hacia el colmar sus expectativas. La indefinición como enemigo, la sensación de simplemente figurar en los listados de participantes, de ser figurantes en un mundo donde un día fueron actores principales. Falta magia, falta ilusión, también realismo y talento. Las excusas presupuestarias se desvanecen como un azucarillo cuando se alejan las posiciones del sentido común de las ínfulas que acaban por marcar los objetivos. Si no hay dinero y se quiere jugar al rol de equipo pequeño, bien, a pelear por la montaña y los premios de consolación. Lo que no vale es mantener un discurso veleta de doble moral que les deje, como siempre, a medio camino entre las palabras y los actos.
No, el Movistar de 2025 no mejora en nada el de 2024. Al menos en cuanto a plantilla. Orluis Aular es un fichaje magnífico, lo mismo que Jefferson Cepeda. A ver Pablo Castrillo, quien renunció a la casa de los líos que es Ineos, y Diego Pescador. Pero todos estos ciclistas no dicen nada si no tienen detrás un plan de cambio, de mejora de lo ya existente. Si simplemente van a ser meros figurantes en un pelotón donde el azul del maillot pasa hasta desapercibido, cromos por cromos. Si la mentalidad va a estar supeditada a los dichosos puntos, preparémonos para otra temporada anodina, sin brillo y con más pensamiento de sumergir la cabeza en los grupos que encabezarlos y demostrar sobre los pedales que este equipo pertenece al World Tour por derecho propio. No sucederá. Son muchos años de directrices absurdas, como ha demostrado el documental que tanta fama les ha reportado. Tanta que han remitido su emisión. El retrato televisivo es tan evidente que en cuanto encuentran una ventana al protagonismo es casi peor, como las declaraciones más de una vez inteligibles de uno de sus directores más célebres, Txente.
La elaboración del calendario viene a ser como la presentación de los PGE por parte de un Gobierno: una declaración de intenciones. Enric Mas, el teórico líder, debería acudir de una vez al Giro de Italia, y doblar con la Vuelta a España en lugar de obcecarse una vez más con el dichoso Tour. No es su carrera, se lo ha dicho el destino cuatrocientas veces, si bien seguramente se trate más de una obligación publicitaria que de una preferencia propia. Esa cabezonería de obtener puntos de forma gris casa muy poco con el gran público, deseosos de ver a un Enric ofensivo de verdad, poniendo en jaque las carreras y olvidándose por una vez del resultado. Es más, viviendo el tú a tú no le ha ido excesivamente bien. Ganar marcando gol desde la línea sucede cuando se es infinitamente superior al segundo eslabón en la cadena de mando de cualquier carrera, escenario algo alejado del presente del escalador y del conjunto español, sin punta de velocidad para resolver a veces como hacía Valverde cuando alineaba astros.
Luego está lo de Nairo Quintana, perdido en el nadacampismo. Sí, si no llega a ser por un relámpago rosa, hubiese sumado una diana en un Giro bastante paupérrimo en contendientes. En la Vuelta acrecentó la fama de mueble que tan merecidamente fraguó en su prime, viajando en grupos donde su ayuda era imperativa para proteger las opciones del líder. Incomprensible ver a Carlos Canal, una especie de velocista, desangrando sus energías tirando del pelotón en las rampas de forma desesperada mientras la ventaja de O'Connor solo crecía de forma peligrosa y tanto Einer como Nairo viajaban como polizones en segunda fila y bien a la vista, como si creyesen que sus roles eran superiores a los de un mero gregario de montaña. Y ahí vive el Movistar, en ese desenfoque que premia con la renovación a quienes se saben expertos y no saben aún cuál debe ser su sitio en el pelotón. Ver a este equipo presumir de relevo de las gestas de Delgado, de los éxitos de Induráin, de las desgracias y aventuras de Olano y Chava, y de las conquistas de corto alcance de Valverde al tiempo que se justifican el desdibujo de las temporadas y proporciones actuales no deja de llamar la atención por absurdo.
JM
Fotos: Getty / Movistar
Otra vez de acuerdo. Enric tiene que renovar en 2025, no hay muchos corredores firmados para seguir. No tendrá que ver con el final del patrocinio?
ResponderEliminarEeeesseeeee Gamoniteeeiiirrroooooo
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