Cómo destruir el ciclismo en cómodos plazos: receta de organizadores y ciclistas

 

Que el ciclismo se está equiparando a los días más aburridos de la Fórmula 1 lo demuestra la incorporación del safety car, ni siquiera a través de licencias poéticas, sino la más pura literalidad. La lluvia, el frío o la combinación de ambas circunstancias empiezan a ser sinónimo de búsqueda de excusas para detener carreras. El esperpento, de Valle Inclán, lo vintage siempre vuelve. Me quejo del frío, pero no soy capaz de recurrir a una manga larga: el teatro de lo absurdo. Entre dramaturgos se cuelan unos señores que están empeñados en acabar con sus propios teatros: los organizadores. Antaño, los dueños de la viña. En la actualidad, meros pagafantas que habitan en un vaivén de intereses a merced de los caprichos de las vedettes. Sin saberlo, se están bebiendo a chupitos un frasco de morfina. 

El 2025 que se están marcando es para hacérselo mirar. No leerás este tipo de análisis en los medios, las lupas deben haber sido descatalogadas. Todo está bien. Pogačar gana, da para un titular que se parecerá a todos los demás, dos tweets demagógicos y no tengo por qué opinar sobre una corriente que se acerca a más velocidad que el asteroide que amenaza con visitarnos en 2032: la amateurización del ciclismo. No vaya a ser que me regañen, ponga en riesgo mi SMI a media jornada o perder un par de seguidores, el nuevo medidor de éxitos. El ciclismo profesional debe ser el deporte más fuerte del planeta, porque habitado por semejantes conductores kamikazes, mucho está tardando en caer el árbol. Cuando uno se engancha a este deporte por gente como Coppi, Hinault, Delgado, Chiapucci, Contador, Pantani o Pogacar, se desengancha en seguida y automáticamente al escuchar a Vingegaard y cía, a los organizadores que le bailan el agua a sus argumentos y a quienes callan por cálculo, ceguera, complicidad o cobardía (¿cuál de las cuatro 'ces' es peor?). Si buscan la receta para acabar con el deporte que en algunos casos les da de comer y en otros simplemente les apasiona, que no sufran, pues están en el camino correcto. Porque el silencio es también una posición y juega un papel.

Esto es otro deporte. Antes, los organizadores buscaban recovecos del territorio que atraviesan para dar interés a sus recorridos. Ahora, esquivar los atractivos y descubrir cómo limar al máximo los riesgos de que el pelotón se plante, que pasen cosas sin pasar en realidad nada. Si es necesario, buscando cualquier fórmula para evitar enfrentarse a una tiranía que acabarán teniendo que afrontar igualmente, con el problema de que cada vez estará más crecida y costará más estirpar. Vegni cometió un error capital en Asti cediendo ante los chantajes del pelotón en el año 2020 y el Giro es hoy casi una marioneta, conoceremos pronto si solo a manos de los ciclistas o también de los árabes. 

Por el camino, son muchos los aficionados hastiados de ver día a día cómo maltratan los pilares de un deporte que necesita liderazgos sanos, lógicos y, sobre todo, reflexión. Gustó la voz de Iván Romeo (Movistar) poniendo los puntos sobre las íes. Gustó menos la actitud del pelotón de Tirreno-Adriático paseando durante 239 kilómetros: el cicloturismo profesional haciendo de nuevo de las suyas. Sin ciclistas, no hay carreras. Pero sin carreras, no hay ciclistas. El pelotón ha ganado la partida, es evidente, y los organizadores en lugar de ir a la guerra contra un planteamiento ilógico que se enfrenta a sus intereses, se alinea con los amotinados. Y no, no es una cuestión de seguridad y salud del ciclista. Porque si así fuese, se negarían a competir con 40º. Las quejas y los problemas, seguro que solo por casualidad, llegan solo ante temperaturas frías y la lluvia, los dos escenarios que odia el ciclista de hoy. Mencionaba Chente García Acosta aquello de tener un equipo de verano durante algún EDMP, y resulta que hoy todo el ciclismo es de verano, como las bicicletas, que titularía Fernán Gómez.

De momento, las reservas de petróleo dan. Los estamentos públicos sostienen la financiación de muchas de las carreras y la burbuja sigue adelante, cada vez más ambulante en beneficio de quienes tienen sede en Suiza. Hay marcas fuertes que incluso van a regresar al pelotón y el espejismo del World Tour mantiene a flote la sensación de seguridad. Pero de todo hay que obtener lecturas y aprendizajes. Viendo que los ciclistas están maniatando a los organizadores a través de ejercer chantajes reiterados, tal vez los espectadores deberíamos obrar de la misma forma: huelga de mandos caídos y que así por una vez piensen en nosotros. No sucederá, ni la unión ni la constructividad son precisamente dos de las mejores cualidades del ciclismo, sea cual sea el lado del triángulo (organizadores, ciclistas, espectadores) al que nos estemos refiriendo. Porque entre estos sucesos y las declaraciones de algunos iluminados parece que se estén riendo de todos nosotros. Y ya basta de desprecios y de intentar tomar a la gente por idiota. Ya basta también de darnos por hecho. Y ahí tenemos la culpa quienes no hacemos nada por evitarlo. El ciclismo es, sin duda, un deporte de resistencia extrema, pero cada vez más sobre el sofá que sobre el sillín. 

JM

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