"Papá, ¿qué era una contrarreloj?"
"Las cronos no tienen audiencia", me espetó una vez uno de los mandamases del ciclismo eapañol. Miras la planilla de audiencias y descubres que el argumentario se asemeja más a aquel falaz eufemismo del "te veo como un amigo" que tanto nos ha herido alguna vez que a la realidad. Lo estudiaba recientemente el siempre interesante Jordi Escrihuela: "papá, ¿qué era una contrarreloj?". La evolución del ciclismo es natural, la sociedad lo hace de la mano. Pero el maltrato a una disciplina plástica, bella, histórica y necesaria como esta es una auténtica vergüenza que delata la pérdida total del norte por parte de las carreras de tres semanas. Llegará el día que eliminen las etapas al sprint, o las montañas de gran altitud (eh, Giro) por ser incompatibles con el modus vivendi actual: trabajar poco y ganar mucho. Porque una etapa en línea provoca menos quebraderos de cabeza, menos peleas con tráfico, menos molestias a una ciudad. Y ese es uno de los perjuicios que la evolución autoimpuesta del ciclismo no termina de querer ver: se ha salido de la molestia porque ha bajado en importancia. Ha contraído su estatus a base de decisiones funestas que nos han traído hasta aquí. Una de ellas, prescindir de las contrarrelojes.
Porque hacerlo delata falta de sentido histórico y de alguna suerte de análisis certero. Lo empezó a plantear la Vuelta a España bajo el timón de Javier Guillén, traumatizados por la experiencia de la contrarreloj entre Cariñena y Zaragoza del año 2007. El análisis que la empresa organizadora lanzó al mundo consistió en culpar a la longitud de la misma (sobre los 50 kilómetros) de una carrera infame. No por diseñar media carrera entre nacionales y autopistas. No por plantear un recorrido sin puertos de paso y sin etapas de alta montaña. La lectura errónea de aquella edición inició una tendencia regresiva en los kilómetros contra el reloj que empezó en la propia Vuelta y terminó por sacudir al resto de grandes y carreras por etapas. Unamos esa animadversión a la obsesión por minimizar y contraer las alas de sus propias etapas para intentar (que no conseguir) provocar una carrera viva hasta el último día. En primer lugar, eso dependerá más de la diferencia de estados de forma que del recorrido, como se ha comprobado a lo largo de la historia. Si nos fijamos en las grandes decididas en las postrimerías, comprobaremos que se pueden contar con los dedos de una mano en los últimos 20 años. La Vuelta de Aru, las cronos de Roglič en la Planche des Belles Filles y Monte Lussari, y poquito más.
"Las cronos hacen demasiadas diferencias", que es en realidad una excusa más, pero más ajustada a las preocupaciones obsesivas de los organizadores. Sin cronos, no hubiesen escrito leyendas Induráin, Anquetil, LeMond, Ullrich y muchos otros. Para eso y para mucho más, las contrarrelojes son básicas. ¿Se ha fijado en que a los ciclistas de hoy les cuesta muchísimo rodar en solitario? Por lo general, no se atreven a movimientos valientes por miedo al fracaso (el influjo social en el ciclismo, siempre seguidista), pero también por falta de hábito o entreno. Toca hablar como un abuelo cebolleta, pero es la realidad: antaño se trabajaba la contrarreloj con mimo (túnel del viento, series, trasmoto, prueba de materiales, innovación...). En la actualidad, el trabajo de la especialidad es mucho menor por parte de los equipos, y es entendible porque las grandes carreras han suprimido esa necesidad. Esa falta de capacidad para rodar en solitario no favorece al ciclismo, más bien lo contrae. Además de que las cronos sirven de filtro para que cualquiera no se acabe metiendo donde no debe. Por ejemplo, Nairo Quintana o Enric Mas, amén de algún otro escalador que rueda en crono como yo sobre cristales hirviendo, jamás hubiesen pisado el podio de una grande. De haber mediado dos cronos de 45-50 kilómetros cada una, ni lo hubiesen soñado. Y es como debiera ser, porque una vuelta de tres semanas se supone que premia al más completo. Si los organizadores de ciclismo aplican su sabiduría sobre el triatlón, lo mismo los Iron Man acaban por durar menos que los 100 metros lisos.
Las cronos en determinadas circunstancias ayudan a que el valiente que no tenga destreza se aplique en los demás terrenos. Si un escalador tiene doce oportunidades, las dosificará. Es humano. Pero si tiene que recuperar seis minutazos, ya hará por ello. Una crono acaba por ser fuerza, y era bastante común que quienes peleaban generales no se perdiesen en demasía en la clasificación. Ahora, como las disputa un 15% del pelotón, mucho más fácil. Con disputar, te garantizas un lugar entre los veinte primeros. Qué vergüenza la falta de defensa y compromiso de muchos de los especialistas con la modalidad que les da de comer. Su silencio deja vía libre al genocidio. El poco respeto de algunos especialistas que acaban en los últimos puestos es para hacérselo mirar y para reprochárselo. Pero no se preocupen, fuera de estas líneas no leerán crítica alguna (la falta de valentía no es un don exclusivo del pelotón). El día que los organizadores de grandes vueltas (otrora Grandes Vueltas, nótese) den el paso definitivo a las tentaciones, se acabarán del todo las contrarrelojes. Al fin y al cabo, ¿quién las va a echar en falta? Llegado el caso, ¿quién va a hacerlo en público? Con llamar nostálgico, exaltado o tergiversar sus anhelos ya debería bastar, porque la sheeple (ovejas con apariencia humana) seguirá al pastor que más calienta. La falta de determinación hará el resto. Es una batalla perdida de antemano.
Y es que la evolución es para preocuparse. Presentado el recorrido del Giro de Italia de 2025, podemos concluir que entre las tres grandes superan por poco el centenar de kilómetros de contrarreloj individual: 112. No es un número casual, las propias cronos nos están pidiendo auxilio de forma subliminal. Más de una y de dos ediciones del Giro y del Tour han tenido por sí solas más kilómetros cronometrados. Por ejemplo, casi todas las ediciones del Tour hasta 2007. Lo que ha aumentado de forma radical es el número de finales en alto. Del récord de siete que logró la edición de 2001 de La Vuelta a los más de diez habituales de la actualidad. ¿Nos imaginamos un aparheid similar? Difícil, ¿verdad? Llegará, no se crean. Todo cansa y acabarán por culpar de su inutilidad como gestores a medio y largo plazo al empedrado o al dedo que apunta, en lugar de reflexionar sobre la dirección en la que se erige. Acabarán por caer presos de carísimos menús minimalistas que acabarán por costear las instituciones públicas (tema que merecerá algún que otro comentario) y que acabarán vendiendo esencia del ciclismo en formato de perfume pequeño (os regalo yo el lema demagógico: "los grandes olores se guardan en frascos pequeños") o en forma de bigote de gamba rebajado con Pedro Ximénez y olor de esencia de jazmín. ¿Y dónde los filetes con patatas? Pues lo mismo, pero con las cronos.
JM
Te sales, que bueno
ResponderEliminarLas cronos son una de las esencias del ciclismo y es antinatura que las esten dando de lado
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