Mark Padun y el bulevar de los sueños rotos
Remontándonos a 1933, a Diana Krall, a Green Day y a Joaquín Sabina, el bulevar de los sueños rotos que es para algunos el ciclismo profesional, una caca pintada de oro por fuera, que diría la ficticia Estela Reynolds (ciclismo), ha hecho morder el polvo a otro más, a Mark Padun, quien cuelga los hábitos a los 28 años de edad. De haber sido un caso aislado, sería noticiable, pero poco alarmante. Al no ser aislado, es alarmante. A veces el ciclismo te absorbe, como Wall Street, y te escupe con la misma fuerza, velocidad y virulencia. Entre medias, la vida, lo mollar. Y lo importante de este ucraniano y que será difícilmente olvidado entre los viejos del lugar fue el modo de poner patas arriba una Dauphiné dos días seguidos en la más alta montaña, sin escuchar toses de ningún tipo. Apareció y se desvaneció como Humphrey Boggart entre la niebla de Casablanca. En 2021 corría para Bahrain, junto a Sonny Colbrelli, vencedor de la París-Roubaix más épica que se recuerda y retirado meses después debido a problemas cardiacos. Tom Dumoulin fue otro abandono extraño que añadir a un listado amplio. Entre otros menos sonados.
Curiosamente, el único brillo del ciclista nacido en Donetsk tuvo lugar en una Settimana Internazionale Coppi e Bartali, a quienes no quedó otra que bajarse de las competiciones en bicicleta durante la II Guerra Mundial. El ucraniano fue cuarto en esa clasificación general final, justo por delante de otro ciclista que ha devuelto el kit planchado al equipo, el británico y otrora prometedor Leo Hayter. Mezclas bambalinas con todo el ruido que se escucha por las ventanas de Ineos-Grenadiers y no es de extrañar que acabase saltando al jardín por una de ellas, como los futbolistas del Betis cuando Don Manuel irrumpió sin invitación en la famosa fiesta de Halloween. Otro logro llegó en O Gran Camiño. En Sarria se celebraba una contrarreloj que coronaba la última victoria de Alejandro Valverde, la 133. La ganó Padun, quien sin saberlo, como el murciano, se estaba despidiendo para siempre de la victoria. Fue posterior a la Dauphiné, todavía las cuentas salían, cuando Narnia era el escenario de una novela realista. Dos años de rosa (del EF, que nadie se confunda), uno en el Corratec, de esa clase de equipos que acostumbra a fichar renegados que por uno u otro motivo no encajan en la filosofía top, y a casa. 28 años, toda una vida por delante. Parece un epitafio, también las crónicas de esta retirada. Pero no lo es, no lo son. Tiene la oportunidad de empezar de cero, que siempre es una suerte.
El problema es la línea de puntos que une nombre con nombre y cuyo contorno permite intuir que aquí hay un problema. A diferencia de casos como el de Froome, que aunque no lo parezca sigue dedicándose al cicloturismo profesional, Mark sí había firmado muy buenos registros antes de su sorprendente explosión. Fue tercero en Estaca de Bares, final de etapa en la Vuelta a España. Sin saberlo, tuvo fortuna, porque sus dos predecesores en el sprint final, Geniez y Van Baarle, acabaron dando vueltas en el aire al chocar, pasada la meta, con un auxiliar de la organización. Nunca una derrota supo tan bien. También fue segundo en una del Giro, en tierras de Pantani, a quien emuló en puertos como La Plagne o Joux Plane, dos subidas en las que el italiano había sido protagonista. Nunca debutó, por cierto, en el Tour. Ni siquiera tras aquella brutal demostración. Un suceso extraño que se pareció a las exclusiones de otro Mark, Cavendish, de la misma quinta en cuanto a la fecha de retirada.
Suerte en su nueva etapa al bueno de Mark. Y a Padun también.
JM
Caso extrañisimo el de este ucranio
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