El adiós a Pascal Hervé


Pascal Hervé nos deja a los 60 años de edad. Fue una de las pocas noticias que el ciclismo nos ha dado el día de Navidad en 2024, aunque bien podía habernos dado un día de descanso. Así lo anunciaba Laurent Brochard, compañero de fatigas durante los mejores años del Festina, en Facebook. También Christophe Moureau, también antiguo compañero del triste protagonista, quien dejó un emotivo a la par que triste mensaje en Twitter. El francés había anunciado el paso por los quirófanos para luchar contra un cáncer de estómago, lo que desde el respeto y la resistencia a la especulación, sirve de indicio a pensar que ha existido relación entre su fallecimiento y tan terrible enfermedad. Descanse en paz. 

Pese a nacer en Tours, ciudad que el ciclismo ha relacionado siempre con el sprint de las llegadas del Tour y la resolución de la mítica clásica que arranca en París, Hervé se ha distinguido por ser un fino escalador. Siempre ha sido lo que en el mundo anglosajón se conoce como un "latecomer", un talento tardío. Comenzó su carrera profesional tarde, fichó por el Festina aún más, para coincidir en el tiempo con una generación de magníficos ciclistas que de una forma u otra iba a dejar impronta para la historia de este deporte. Sí, se recuerdan muchos saltos en las rampas, mucha agilidad y valentía para acelerar el pedaleo y mostrarse ante las cámaras. Pero es inevitable relacionarle con todo el affaire Festina de 1998, donde él fue exculpado, pero decidió cumplir condena junto a sus compañeros de equipo, quizá por responsabilidad, solidaridad y compañerismo, admitiendo con el paso de los años haberse dopado, así que sería más por una especie de lavandería de conciencia. Por mí y por todos mis compañeros, a lo Mosquetero. 

Tenía una forma de correr que caía simpática. Ese carisma lo ganó a base de no ganar, tal vez por empatía del gran público con alguien a quien la tostada siempre le caía por el lado de la mantequilla. Abandonó los relojes en la piel de Festina para firmar por los aspiradores del Polti, una aventura en la que acompañó a Richard Virenque, su fiel jefe de filas. Una temporada duró, pero decidió asentarse en Italia fichando por el incierto Alessio. Allí compartía plantilla con un exitoso Pietro Caucchioli, otro de esos ciclistas que en alguna fase de su trayectoria decidió teñirse la cabellera de amarillo pollo, como Pascal. Sin ser consciente de ello, viviría las últimas pedaladas con ese maillot. Fue en el Giro de 2001 cuando todo sucedió. Una edición célebre por las redadas de San Remo, el mítico caso de Frigo y el agua con sal, etc. En realidad, no le afectó, por que el positivo en el prólogo de Pescara adelantó su adiós a la corsa rosa y, sin saberlo, a su carrera profesional. Después de aquello, tan solo luciría un dorsal en el Giro dell'Apenino una semana más tarde. Cierto que soplaba ya las treinta y siete velas, pero una corta vida para alguien que empezó tarde y se marchó pronto, tanto del ciclismo como de la vida. 

Nació un 13 de julio, veinticuatro horas antes de la fiesta nacional francesa. Tres días antes que un corredor navarro que marcaría una época: Miguel Induráin. Con él apenas coincidiría unos años, los últimos del campeón de cinco ediciones del Tour de Francia. 1996, el último de Miguel, fue el gran comienzo para Hervé, cuando anduvo bien cerca de hacer sonar la campana en la Vuelta al País Vasco. También en esa primera temporada de éxito, logró el triunfo en una etapa del Giro, el mayor día de gloria para él. Sumó un total de ocho victorias, varias de entidad como una etapa en la Vuelta a Suiza, otra en la mencionada Itzulia y otra en la Dauphiné que le valdría la selección para el Tour de Francia y comenzar ahí una carrera repleta de accidentes, breve, intensa y que al final de sus sombras nos deja la peor de las noticias: el adiós definitivo a un ciclista que compartió sobremesa con muchos de nosotros. 
Descanse en paz. 

JM

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